Últimamente, la calle se volvió Guerra.
Caminando por veredas desiertas de cobardes, que miran escondidos atrás de la cortina. Sintiendo derretirse el asfalto abajo de mis pies. Manteniendo el paso, y pensando forzadamente en otra cosa, no pude más que rendirme cuando sentí caer en mis hombros sus gotas de felicidad.
Bien aventurados somos y seremos los que logramos dormir la siesta, sin aire acondicionado.